Finalizado el Mundial de Sudáfrica escribí La fiesta inolvidable , un librito de bolsillo donde, a partir de los principios generales del deporte colectivo, intenté hacer a distancia una lectura técnica, táctica y, por qué no, filosófica de lo transitado por la celeste en los últimos años.
El sueño abandonado se había hecho realidad: ser protagonistas de un Mundial. El fenómeno deportivo, que podía tener explicación, se había convertido en uno social que parecía no tenerla. Y como en nuestro país el cielo no se toca con las manos, sino con los pies, el alma colectiva de los uruguayos, que suele deambular entre la admiración y la indiferencia, entró en erupción. Esa fue La fiesta inolvidable. Internalizado en cada uruguayo quedó el sentir. Lo inesperado fue que lo que creímos cielo tan solo era estación Lo Que Está Por Venir.
Las selecciones formativas de fútbol, como si de trámites burocráticos se tratara, han continuado clasificando a los mundiales de su categoría. En estos días está la Sub-17 en México jugando el suyo —el golero es un fenómeno—. Luego le va a tocar a la Sub-20 de Verzeri. Por si esto fuera poco, la inesperada clasificación directa a la Olimpíada de Londres 2012, luego de ¡ochenta y cuatro años de no ser parte de esa competencia!, más que la frutilla de la torta fue una vitrina llena de tortas de frutilla. Y lo de Peñarol en la Libertadores, teniendo en cuenta que su técnico, Diego Aguirre, trabajó en estas selecciones, no pasa cerca, pero tampoco tan lejos.
Después del Mundial, la contratación de Tabárez para que continuara al frente del proyecto de selecciones nacionales de formativas de fútbol —¿estás de acuerdo en que, aunque sea la selección mayor, a Lodeiro, Romero, Coates y Abel Hernández los están formando?— era una prioridad nacional. No está de más tener presente que los posibles petrodólares árabes no fueron ni considerados por el Maestro frente al compromiso moral que ha asumido con su proyecto. Y los grupos de trabajo —asistentes técnicos, preparadores físicos, médicos, informáticos, etc.— siguieron siendo mudos e invisibles. Ellos son los héroes secretos de toda esta épica.
La tribu celeste de pantalón corto siguió por el mismo camino en que venía. A Forlán, mejor jugador del Mundial por los próximos tres años, seguimos sin conocerle un pero. Cavani, que acaba de terminar una temporada galáctica en el Nápoli, y Suárez, que fue traspasado a un grande de Europa —Liverpool—, no dicen, hacen.
Ética de trabajo la llaman y se compone de inteligencia, autodisciplina, integridad, honestidad, humildad y entrega. ¿Y por casa cómo andamos? ¿En tu trabajo cómo van las cosas?
Compromiso, moral y ética son palabras que despiertan atención, sobre todo en un momento en que los líderes de la humanidad hacen... cualquierita: Silvio Nerón Berlusconi, afecto a las fiestitas con prostitutas adolescentes, quema todo y le importa nada. Barack premio Nobel de la Paz Obama festeja junto a su pueblo el asesinato de Bin Laden —si lo hiciera con la muerte de cada civil afgano no trabajaría nunca—. Y Dominique nombre complicado Strauss-Kahn, número uno del FMI que iba a ser candidato a la presidencia de Francia, al tener pendiente un juicio por asalto sexual a una camarera del hotel donde se hospedaba, ya no va a poder ser colega de los mencionados. Estos señores, me parece, no nacieron ni se criaron excluidos en asentamientos periféricos.
Lo del librito, que te contaba al principio, en realidad no fue muy original. Las editoriales, con sus productos sobre el tema fóbal-mundial-celeste, hasta el día de hoy siguen festejando en las góndolas de las librerías los resultados obtenidos en Sudáfrica —cerca de treinta publicaciones—. La tía televisión llenó horas de programación con el tema. Y atento, esperando el momento de hacerse con el prestigio obtenido por otros, el cada vez menos influyente empresario del periodismo deportivo, cuando la selección ande más o menos, sea en esta Copa América que empieza el viernes o en otro momento, va a aprovechar la oportunidad para, levantando la voz, erigirse en el que la tiene clara, está por dentro, se las sabe todas y dice lo que hay que decir.
Micrófono en mano o mirando la cámara televisiva, para que el negocio sea negocio, ellos deben estar un escalón más arriba que los actores del espectáculo, y así poder convertirse a los ojos de terceros en la máxima autoridad. Bailan al ritmo del rock and roll del ego, para lo cual es indispensable tener cinturita, mucho chimento, y buen movimiento de pies para trepar por la escalera de carne y huesos. Expertos de la distorsión, exacerbación, generalización, y si es necesario omisión, son el mejor ejemplo del concepto que nos recuerda que un periodista que vende publicidad no hace periodismo sino propaganda.
Ganar no es solo conseguir buenos resultados o siempre terminar primero. Poner en juego lo obtenido y hacer lo mejor por defenderlo es una forma de hacerlo. También lo es dar lo que se tiene —ponerle un ojo a la casa del vecino cuando la deja sola, darle una mano al que la precisa, etc.— sin esperar nada a cambio. Y en esto del fóbal pasa mucho que los jueces se equivoquen, que se cobre el orséi que no fue y el que sí fue no, que un back haga una carambola y se haga un gol en contra, que monstruos sagrados erren penales y, diosas del Olimpo ellas, que las pelotas peguen en los palos y entren, o no. Ganar es comprometerse.
Un par de semanas atrás, buscando un baño, entré a un vestuario vacío de básquet formativo. En una pared había un cartel que decía: Compromiso, esa palabra en extinción.
Por el equipo en la cancha ¿de qué nos vamos a preocupar? Ya ha demostrado —¿y enseñado?— su capacidad para enfrentar desafíos y de qué forma manejar el éxito y el fracaso. Incluso ha sabido tomar distancia con la particular herencia cultural uruguaya de que cada vez que en conjunto obtenemos algo las individualidades se arrancan los ojos queriendo dilucidar quién ha sido más importante que quién. Me late que el equipo sabe, quiere y se siente capaz de algo que es más valioso que ganar, y también más difícil, y que a los uruguayos nos cuesta mucho más, y que él, al menos a mis ojos, ya lo está logrando: Volver a ganar.