Biografía autorizada, 2012
Era una tarde de invierno del 2011, unos días después de que Uruguay había ganado su vigésima quinta Copa América de fútbol. Manejaba despreocupado cuando sonó el celular. Detuve el coche. Querían saber si me interesaría escribir la biografía del Maestro Tabárez. Propuse tomar un café. Apenas retomé la marcha la luz roja del semáforo me volvió a detener. Dos botijas, uno con la camiseta tricolor de Nacional y otro con la aurinegra de Peñarol, se acercaron y… —Señor, ¿tiene una monedita? —Sí, tengo —respondí mientras buscaba—, pero miren que yo soy hincha de la Celeste —haciendo referencia a la camiseta de la selección uruguaya—. ¿Ustedes no? —¡¿Cómo que no?! —saltaron a una voz. —Díganme una cosa, ¿hoy fueron a la escuela? —La mueca de bandidos quedó envuelta en un cuestionamiento interior—. ¿Ustedes saben lo que dijo el Maestro Tabárez? ¡Hasta para jugar al fóbal hay que estudiar! En fin, espero que sepan lo que hacen. Tomá, esta moneda es para vos y esta es para vos. Los miré con cara de vecino vigilante y arranqué. Por el retrovisor vi que se acomodaban en el cordón de la vereda y, sentaditos en silencio con la vista en el horizonte, quise creer que repensaban cómo alcanzar sus sueños.
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