La NBA y la Euroliga, primera y segunda competencia de interés en el Planeta Básquet —universo donde sin importar la capacidad económica se establecen bases para el desarrollo permanente—, están por entrar en sus etapas finales.
En the land of the free and the home of the brave —última frase del himno de los Estados Unidos de Destrucción Masiva—, la casi alienada afición, que polemiza desde su burbuja de pantallas y desinformación sobre si Lebron James ya es mejor jugador que Kobe Bryant, está deseosa de ver una final entre los equipos que comandan estas dos superestrellas del deporte profesional: Los Angeles Bryant’s, más conocidos como Los Angeles Lakers, campeones actuales, y los Jamesland Cavaliers, de nombre oficial Cleveland Cavaliers. El público, a no ser que el Dios Lesión disponga otra cosa, va a tener su final. La única variable que podría estropear el marketinero enfrentamiento es que Tim Duncan viajara un par de años hacia atrás en el túnel del tiempo, que Tony l’Enfant Parker se olvidara de sus lesiones, y entonces pudieran ser los escuderos que el rioplatense Emanuel Ginobili precisa para poner a los San Antonio Spurs en otra final. Es que el Martín Fierro de la NBA posee lo que les faltó a Reggie Miller, Malone, Stockton, Barkley, Vince Carter, Tracy McGrady, Nowitzki y otras superestrellas del mundo del entretenimiento deportivo made in USA: determinación.
Sobre quién es mejor hoy por hoy, no tengo dudas. El entorno de Kobe —Gasol, Fischer, Odom, Bynum, etc.— es superior al de Lebron —Shaq siempre a medio lesionar, viejo y haragán, Jamison y un montón de extras difíciles de recordar—. Si cambiamos de equipo a los fenómenos, la interrogante sería de cuántos años va a ser la dinastía de los californianos. Ahora, si el tema es quién va a ganar el título, no me imagino cómo Mike Brown, entrenador jefe de los Jamesland Cavaliers, va a superar al propietario de diez anillos de campeón Phil Jackson.
Pero si de genios se trata, llegan noticias: Kevin Durant, afroamericano nacido en Washington D.C., 21 años, 2,06 y 98 kilos, que jugara un año de básquet colegial en la Universidad de Texas promediando 25 puntos y 11 rebotes por partido, hoy jugador de los desconocidos Oklahoma City Thunder —antigua franquicia de Seattle Supersonics que se mudó—, líder anotador de la liga con 30,2 puntos por salida, es la superestrella emergente. Tenemos unos doce años por delante para hablar de él, así que por hoy con esto es suficiente.#* * *
En la Euroliga, en cambio, todo es pasión. Y año a año los equipos elevan su nivel. Hoy, jugando con reglas FIBA, Barcelona, Olimpiakos y el Cska Moscú, que junto al Partizan de Belgrado disputarán la Final de Cuatro programada para el fin de semana del 7, 8 y 9 de mayo en París, derrotarían al noventa por ciento de los equipos profesionales estadounidenses. A esto hay que sumarle que al momento de contratar, dólar derretido mediante, han sido muchas las veces que los equipos del viejo continente se han salido con la suya.
El Cska de Moscú, que por octava vez consecutiva llega a esta instancia, tendrá enfrente a un Barcelona donde frena y arranca el base de 19 años Riki Rubio —elegido las últimas tres temporadas como el mejor jugador joven de Europa—, algo así como el Messi del básquet. Los catalanes no solo en el fútbol reclutan genios: Pau Gasol, actual centro de Los Angeles Lakers, este año nuevamente elegido como mejor jugador FIBA y votado por los españoles como el famoso que mejor representa al país ibérico —Penélope Cruz, Baltasar Garzón, Rafa Nadal, Ruiz Zafón, Almodóvar, etc., etc., incluidos—, realizó su etapa formativa en el Barza. Y ya que me permití destacar los aciertos de la institución con la que a la distancia simpatizo, Xavi Pascual, entrenador jefe del equipo de básquet, al igual que Guardiola en el fútbol, se formó trabajando con las divisiones formativas del club.
La otra semifinal de la Euroliga es entre el Partizan de Belgrado —que sorpresivamente eliminó a los israelíes del Macabi Tel Aviv— y los griegos del Olimpiakos, hipermotivados porque los archirrivales del Panatinaikos la miran de afuera. El Barza tiene más básquet que sus rivales, la experiencia respalda a los moscovitas, ninguno tiene más hambre de gloria que los rojos del Pireo, y los más hábiles de todos los tiempos en el básquet europeo para manejar la presión son los serbios. ¿Quién gana?
El básquet gana. El básquet del más allá, que también es el de más acá, aunque nosotros, sumergidos en el básquetfolk —baloncesto folklórico del Uruguay estabilizado en el cualquiercosismo—, ni nos enteramos. Dos semanas atrás terminó la primera edición de la Interliga donde se enfrentan los cuatro primeros equipos de las ligas brasileña y argentina. Peñarol de Mar del Plata le ganó la final a Universo de Brasilia. ¿Vos te enteraste? ¿Los clubes o la federación saben lo que está pasando? ¿No deberíamos tomarnos este bondi que recién arranca y así no alejarnos del básquet del más acá? ¿O vamos a esperar a que se convierta en el básquet del más allá para declararnos pequeños, pobres y alejados, y entonces como espectadores disfrutar de la competencia pantalla mediante?