Mientras escucha al Indio Solari, líder de Los Redondos, cantarle a la gran bestia pop, quien escribe, guerrero retirado de la cavernícola horda de los patas largas, está de luto por la pérdida del ancestral lugar de peregrinación —el Cilindro estaba hecho con imitación de piel de mamut—. Es que el Dios que está en los Cielos, algo más expeditivo y lúcido que la Intendencia, nos dio el desalojo. Y, a pesar de que nunca tuve una buena relación con el buen Señor —para mí que está al tanto de que lo puteo a diario y del pacto que hace años intento hacer con el Diablo—, hoy quiero agradecerle los muertos que no tuvimos: “Dios que estás en los Cielos, muchas gracias”.