Este es el octavo y último episodio del ciclo Lo no dicho. Espero que te haya sido útil. En esta entrega voy a intentar dar una idea del camino a transitar por la persona que ha desarrollado una adicción, en busca de la recuperación.
La recuperación empieza cuando el individuo acepta su incapacidad de controlar la situación y manifiesta un deseo de cambio. El adicto, en general, decide entrar en recuperación luego de haber tocado fondo varias veces: tocaba fondo, paraba, hacía conducta, se recuperaba, volvía a consumir con ilusión de control, tocaba fondo de nuevo, paraba, hacía conducta, se recuperaba, y así una y otra vez.
Tocar fondo es el punto de quiebre del autoengaño que dice: Yo controlo a las drogas y no las drogas a mí.
Al subirse al tren de la recuperación, la abstinencia es lo primero. Eso sí, con algunos consumos es necesario tener cuidado: alcohol, psicofármacos, heroína, etc., si se cortan abruptamente pueden ser peligrosos. Hay situaciones en que es imprescindible un período de desintoxicación.
Y no es nada fácil, en especial al principio, convivir con el mono —sinónimo de síndrome de abstinencia—. En este período el gran mono King Kong está siempre inquieto. Lo que hace posible dominar a la bestia es que mientras no haya consumo sí hay esperanza de cambio, de ahí que una de las máximas de la recuperación diga: Más vale el peor día de recuperación que el mejor día de consumo.
Algunas herramientas efectivas para no dejarse llevar por el fastidioso amigo King Kong son:
• Realizar el aprendizaje cognitivo, conductual y espiritual de qué es y cómo funciona la adicción.
• Aceptar que la obligación primordial es la recuperación. Familiares, amigos y círculo cercano deben de estar al tanto de esta prioridad.
• Mantenerse alejado del entorno de consumo.
• El récord a batir estando limpio es un día. Solo por hoy es la mántrica frase que irrumpe entre recuerdos del pasado y la ensoñación del futuro.
• Decir No a la primera es otro mantra de la recuperación. Hay que cortar el problema en su brote.
• Identificar las pérdidas provocadas por los años de consumo.
• Rodearse de ayuda —afecto, terapeutas, gente en la misma situación, etc.— y tener a mano los números telefónicos de las personas que pueden ayudar en un momento de crisis.
• Evitar situaciones de incertidumbre, confusión o estrés que produzcan sentimientos de desestabilización.
• Estructurar un reflejo condicionado y un sistema preventivo que se disparen cuando asome el deseo de consumir.
• Involucrarse en actividades de interés. Es indispensable evitar la abulia, que lleva a pensamientos obsesivos.
• Cuidarse de la confianza excesiva y de los logros inmediatos —encontrar trabajo, formar pareja, etc.—, que puedan exacerbar el ego.
• Los cuatro principios espirituales básicos a aplicar en el proceso de recuperación son humildad, receptividad, honestidad y buena voluntad.
• Asistir a grupos de anónimos de ayuda mutua.
• Tener presentes las tocadas de fondo.
La recuperación consta de tres etapas. La primera se llama nube rosa —algo así como una luna de miel con la recuperación— y dura más o menos cuarenta días. El adicto, si bien convive con el fastidioso amigo King Kong, está eufórico con la recuperación. Ha encontrado la verdad. Y se encarga de que todos la conozcan. De alguna manera lo que hace es sustituir el efecto de la droga por el efecto —novelería y entusiasmo incluidos— de la recuperación, con los beneficios sociales que esta trae. La gente no se cansa de reconocerle lo cambiado que está: Te felicito, te veo bárbaro, le dicen. Pero si hasta parecés otra persona. ¡Qué alegría que hayas podido salir de la droga! El adicto se vuelve un pesado que, con permanente carita de feliz cumpleaños, no para de hablar de su enfermedad. A cada persona con la que se cruza le explica, de principio a fin, cómo es que funciona y qué hay que hacer para que el mundo sea feliz como ahora lo es él. Se mudó a una nube donde todo es color de rosa.
La segunda etapa es la de abstinencia forzada o nube negra. Es el período en que, generalmente, se estructura el proceso de recaída. Aquí ya se torna familiar estar limpio, disminuyen el entusiasmo propio y el reconocimiento externo, aparecen las culpas, los miedos, resentimientos, pérdidas, dolores, enojos, frustraciones, complejos, etc. Hacer esta realidad consciente y profundizar los aspectos cognitivos y conductuales de la abstinencia es determinante para cortar de raíz el posible proceso de recaída.
La tercera etapa es la de abstinencia feliz. El adicto, que a esta altura ya sabe qué es y cómo funciona su enfermedad, está a gusto con su autonomía y avanza sin apuro y con firmeza en su recuperación.
Lo ya dicho al inicio de la columna: espero que te haya sido útil este ciclo ¡Buen abrazo!